Fernando Toledo: promesas del recienvenido
Por José Luis Menéndez (*)
Hotel Alejamiento (editorial Diógenes), de Fernando G. Toledo.
¿De dónde se aleja un joven de 24 años, de qué hotel abandonado como si fuera el último? Por momentos pensamos: “Se aleja del silencio”. “Se aleja de lo que hace dudar, de lo que hace volar el verso entre preguntas y comparaciones”. “Se aleja del mal”. Pero sucede que nunca se aleja demasiado. El silencio, nos dice, “es lo que atrae los cuerpos”. Sus movimientos, conducidos por una pluma llena de certidumbre, acaban en una cita de Cioran: “haga lo que haga, siempre cuenta para mí lo que no he hecho”. Es decir, aun con el decir seguro, llegamos a una ambivalencia esencial. ¿Y el mal? ¿No es también un contra-deseo motriz? El poeta, por tanto, se orienta al horizonte, pero sintiendo el pulso y la carga de todo lo inmediato. Toledo es una historia capaz de reiniciarse. O al revés: un ausente de las vueltas en círculo y de los laberintos clausurados. Por eso puede nombrar a Prometeo o beber, si es preciso, en el Edén, veneno de serpiente. Puede afirmar: “Un paraíso sin salida es una cárcel”. Y defender que somos, inevitablemente, “la necesidad”, aunque nunca vayamos a saciarla.
(*) Publicado en Los Andes, el 31/1/1999.
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