¿Por qué tantas preguntas?



¿No basta con saber cosas más útiles, cosas como dónde está el café, cuándo vence la cuenta de la luz, cuánto falta para que llegue el verano? ¿Por qué estas otras preguntas?



© Fernando G. Toledo


Por qué se ha abierto este día como un abismo urgente de preguntas? ¿Qué sucede hoy en la ventana repetida? ¿No basta con saber cosas más útiles, cosas como dónde está el café, cuándo vence la cuenta de la luz, cuánto falta para que llegue el verano? ¿Por qué estas otras preguntas?

¿Por qué no me salen las palabras y a cambio se quedan acá, chocando y mordiéndose como peces ciegos contra las paredes de un cráneo que es también una cámara de eco?

¿Desde dónde llegan estos recuerdos tan ásperos, tan inesperados, tan perdidos, tan desesperados?

¿Por qué tantas preguntas? ¿Por qué se parecen a un sorbo amargo que cuesta tragar? ¿Por qué a la vez, con oscuridad, iluminan? ¿Por qué «sin calor de nadie y sin consuelo», dolido como el poeta Miguel Hernández, «voy de mi corazón a mis asuntos»?

¿Por qué miro el pasado desde este presente, tan distinto al futuro que supo (en aquel pasado) ser? ¿Desde cuándo quiero lo que odiaba? ¿Desde cuándo temo lo que amo tan sólo por si no me ama? 

¿Qué significa la huella borrosa de una canción en la memoria, que ha dejado en este presente no la melodía, no una palabra o un acorde, sino un borboteo en el pecho, una sensación de fuga de lo que no quisiéramos haber perdido?

¿Para qué es todo esto? ¿A quién le habla hoy esta memoria? ¿Por qué de golpe me pregunto qué pasó con los ojos de aquel niño que subió durante una furtiva siesta a la terraza, trepó por los techos vecinos y, al asomarse por uno de los patios, descubrió a una mujer desnuda bajo la resolana cómplice?  ¿Lo pregunto porque nada queda de aquel niño desde entonces? ¿Lo pregunto porque ya no sé si es el mismo sol este sol, si ya no ha vuelto a poner ante los ojos algo nunca visto?

¿Y es en verdad esto la memoria o un mero anticipo del infalible olvido? ¿Es un presagio que enciende alarmas a través de esos objetos que guardo en cajones vencidos, en rincones que jamás podrán preservar el pasado?

¿Me quiere decir algo este libro de Paul Auster que acabo de encontrar? ¿Me está hablando a mí, justo en esta mañana de preguntas, una página que dice hablar «Desde la pérdida. Y desde cierta pérdida / que merodea a la razón, incluso hasta la pérdida / de la razón»? ¿Justo a mí, en este año de calamidades, me habla de la pérdida? ¿Me está hablando a mí este otro libro, el de Rodolfo Godino, que abro por azar, como escapándome, y me subraya que «hablar con muertos, / abrir preguntas en casas aparentes / donde la resaca de la omisión / ofrece flores de bronce, / es lucha insensata / con diálogos cerrados»?

¿Dónde estaba eso que no estaba, hasta que cierto temblor notó que una belleza había aparecido, como de una conjunción extraña, acaecida dentro de esta bruta realidad?

¿Para qué es esta herida falsa que provoca un dolor verdadero? ¿Para qué este dolor que hasta una luz carmín emite desde un cuerpo que a la vez parece una usina todavía en marcha?

¿Por qué pregunto en lugar de esperar? ¿Por qué espero en lugar de preguntar? ¿Por qué no llega nadie si espero? ¿Por qué no hay respuestas si pregunto?

¿Hacia dónde se debe ir cuando uno está perdido dentro del mapa, justo cuando ya se llegó a destino, en un paisaje que amenaza con ser el mismo, el ya conocido?

¿Adónde hay que mirar para volver a ver lo que sucede en el estúpido pestañeo de las distracciones?

¿Hay alguien que sepa atenuar el estampido sordo, el chillido que no para cuando se presenta la traición? ¿Son ellos o yo los equivocados? ¿Se preocupan por mí como yo por ellos? ¿Cuándo se aprende a despreciar lo justo, a no despreciar de más? ¿También debo saber si hay exceso en el aprecio? ¿Si hay límites o recaudos?

¿El perdón se agota, se vence, se extingue o pudre? ¿Sirve de algo perdonar? ¿Sirve cuando tan poco sirve ser perdonado?

¿Cuándo de pronto abrieron la compuerta por donde inoculan el desánimo? ¿Desde cuándo hay que dar la batalla por perdida ante esos que pelean por lo absurdo o ante los otros a los que ni dar batalla les importa? ¿Por qué esta tierra nos separa, nos pone lejos a los hijos, nos rebana a tantos de a poco con el filo de la resignación? 

¿Hay alguien ahí? ¿Alguien lee las preguntas de otro como si taladraran en su propio oído? ¿Por qué —debo insistir—, por qué tantas preguntas? ¿Se detienen las preguntas? ¿A veces nunca? ¿A veces se repiten? ¿Entonces por qué? ¿Por qué se ha abierto? ¿Por qué este día? ¿Por qué tan hondo el abismo? ¿Por qué tan urgentes las preguntas?


Publicado en Los Andes el 29 de septiembre de 2025

Ilustración: Reproducción prohibida, de René Magritte

Comentarios

Entradas populares