La escena de Loretta y las malas prácticas de la corrección política
Fotograma de la escena. |
Un emblemático fragmento de la genial comedia La vida de Brian (1979) es objeto de debate por su supuesto intento de eliminarla en su versión para el teatro. John Cleese, de los Monty Python (el grupo de humor responsable de la legendaria cinta) se niega a hacerlo.
por Fernando G. Toledo
a escena de Loretta, uno de los momentos más hilarantes y de mayor filo crítico de los muchos que tiene esa obra maestra llamada La vida de Brian (Life of Brian, 1979), de pronto se ha convertido en una especie de piedra Rosetta. No está hecha, claro, para entender un jeroglífico, sino para develar la enmarañada trama de ciertas cuestiones «de género» a las que, por alguna razón, hoy en día la corrección política parece haber blindado ante cualquier posible discusión.
Para los incautos, estamos hablando de una célebre escena de aquella comedia fílmica protagonizada por el grupo inglés de humor Monty Python, una especie de megaparodia sobre la vida de Cristo que incluye una crítica mordaz a numerosos aspectos, sean estos religiosos, sociales, políticos o culturales. Especialmente estos dos últimos, cuando toman la forma de los relativismos y de los secesionismos.
En la cinta, se propone contar la historia de un «casi Cristo», un judío que nace junto al pesebre de Jesús, y al que luego le toca en suerte ser confundido muchas veces con él. A través de la vida de Brian vemos, entonces, cómo los Monty Python (Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle, Terry Jones y Michael Palin) muestran las contradicciones de una sociedad que puede ser la inglesa de aquellos años como la global de este siglo XXI. La autosuficiencia, la pose «progre», el lenguaje pseudoinclusivo o el puritanismo religioso, todo es carcomido por el ácido de esta película que no pocas veces ha sido considerada «la mejor comedia de todos los tiempos».
Ahora bien, aunque a duras penas hoy esta sociedad ha terminado asumiendo con madurez muchas de esas críticas (que llevaron incluso a su censura y hasta prohibición), hay otros aspectos que, curiosamente, en este 2023 resultan motivo de censura. Una censura diferente, claro está, pero no menos brutal: en este caso, la de la cultura de la cancelación, tan propia de estos tiempos y tan fomentada ―tácitamente― incluso por presupuestos oficiales.
La escena de Loretta bien puede entrar en ese arco de lo que hoy en día es motivo de la censura canceladora, especialmente porque de manera increíble se anticipa en más de tres décadas a muchas de las políticas de género que los países han asumido y que no dejan de ser motivo de discusión, aunque esta sea acallada.
Tratemos de reproducir, con las modestas herramientas de la palabra, esa escena: un grupo de miembros de lo que en la película se presenta como el independentista Frente Popular de Judea discute sobre los próximos pasos a tomar. Reg (Cleese), Stan (Idle), Francis (Palin) y Judith (Sue Jones-Davis) están sentados en un coliseo de Jerusalén. Reg empieza a exponer los fundamentos teóricos de lo que serán los pasos a seguir. Allí se produce entonces una interrupción que representa el núcleo central de la escena:
–Francis: …Siempre que el partido no olvide que es el derecho inalienable de todo hombre…
–Stan (interrumpe): O mujer.
–Francis: …o mujer… Ser liberado…
–Stan: O liberada.
–Francis: …O liberada… Gracias, hermano.
–Stan: O hermana.
–Francis (se distrae): ¿Por dónde iba?
–Reg: Ya habías terminado.
–Francis: Ah, sí…
–Reg: Además, también es el derecho de todo hombre…
–Stan: …o mujer….
–Reg: ¿Qué fijación tienes con las mujeres, Stan? Nos estás distrayendo.
–Stan: Las mujeres también tienen derecho a participar en nuestro movimiento.
–Francis: ¿Por qué te preocupas tanto por las mujeres, Stan?
–Stan: Yo quiero ser mujer. Desde ahora quiero que me llaméis Loretta.
–Reg: ¿Qué?
–Stan. Es mi derecho como hombre.
–Judith: ¿Por qué quieres ser Loretta, Stan?
–Stan: Porque quiero tener hijos.
–Reg: ¿Quieres tener hijos?
–Stan: Los hombres también tienen derecho a tener hijos si quieren.
–Reg: ¡Pero tú no puedes parir!
–Stan: No me oprimas.
–Reg: No es que te oprima, Stan, es que no tienes matriz. ¿Dónde vas a gestar el feto? ¿Lo vas a meter en un baúl?
–Judith: Chicos, tengo una idea. Estamos de acuerdo en que no puede parir por no tener matriz, lo que no es culpa de nadie, ni siquiera de los romanos. Pero sí puede tener el derecho a parir.
–Francis: Buena idea, Judith. Lucharemos contra el opresor por tu derecho a parir hijos, hermano… digo, hermana.
–Reg: ¿Y eso de qué sirve?
–Francis: ¿Qué?
–Reg: ¿De qué sirve defender su derecho a parir si no puede parir?
–Francis (ocurrente): Es un símbolo de nuestra lucha contra la opresión.
–Reg: Es un símbolo de su lucha contra la realidad.
Cuarenta y tres años más tarde del estreno de La vida de Brian, un grupo de teatro londinense se apresta a estrenar el año próximo una versión escénica de la película. Pero hace unos días, la prensa dio a conocer que John Cleese supuestamente se había visto obligado a eliminar esa escena en su traslado al teatro: «Es algo sobre lo que no ha habido una queja en cuarenta años, que yo sepa, y de repente no podemos hacerlo porque podría ofender a la gente. «¿Qué se supone que hay que hacer con eso?», habría dicho el autor.
Lo curioso de todo es que esta hipotética censura no sorprendió a nadie. De hecho, muchos admitieron más o menos lo que se supone que le habían planteado los actores de la nueva versión a Cleese: «No se puede hoy en día hacer esa escena». La cuestión hizo poner el grito en el cielo a varios, dado el microclima de la actualidad, no apto para poner en debate lo que ya ponía en debate, de manera clarividente, Monty Python en los 70.
Sin embargo, al parecer, el diablo de las malas prácticas periodísticas ha metido la cola. Lo cual no significa que el hecho no siga en la picota y no vaya a continuar dando tela para cortar entre los partidarios de la eliminación y los defensores de su inclusión (incluso algunos propensos a las políticas de género que critica la escena, pero que también se hartaron).
Hoy mismo, John Cleese ha hablado públicamente. En su cuenta de Twitter, dijo que, en efecto al ensayar con los intérpretes de la obra, «todos los actores, varios de ellos ganadores del Tony, me aconsejaron enfáticamente que cortara la escena de Loretta. Por supuesto, no tengo intención de hacerlo».
Luego se quejó porque los medios habían difundido que su intención era eliminar esa escena en la traslación al teatro, pero, dijo, «ninguno de los medios británicos llamó para verificar».
La mala práctica periodística de no chequear la información con el involucrado, evidentemente, quedó expuesta. Pero también quedó expuesta la tensión evidente entre la censura y los discursos críticos, en este caso en la forma de una obra artística como una película. Si en los 70 la censura llegó de la mano de cierto fundamentalismo religioso, hoy en día ese papel lo juegan los fundamentalistas de la corrección política (los que siguen, como decíamos en otra columna, el Dogma de la Inmaculada Corrección).
Ya ha habido artistas que han sufrido el látigo de estos dogmáticos. Sin ir más lejos, a una autora tan exitosa y venerada como J. K. Rowling (autora de la saga de Harry Potter) muchos han elegido cancelarla por declaraciones que si se quieren van en la línea de lo que dice la escena de Loretta. No es de extrañar, lamentablemente. que la versión teatral de La vida de Brian siga ese destino. Por suerte, sin embargo, hay algunos como John Cleese dispuestos a enfrentar a todos, incluso a aquellos que «luchan contra la realidad».
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