El Mundial de la alegría



© Fernando G. Toledo


Se recorta una silueta
sobre un cielo de tribunas,
ya le puso la Fortuna
estrella a su camiseta.

Una lluvia universal
le está empañando la ropa:
son lágrimas por la copa
del nuevo campeón mundial.

Lo tiene de emblema a él
la albiceleste alegría,
fue de un equipo la guía,
y su nombre es Lionel.

El Kun Agüero lo ha alzado,
pero el oro viene de antes,
los hombros de otros gigantes
andan también a su lado.

No ha sido fácil ganar,
incluso para este genio:
el partido primigenio
clavó un puñal en Catar.

Fue oportuno el sacudón
que le dio la saudí Arabia,
y cuando pasó la rabia
debió seguir la función.

Surgieron, pues, nuevas tretas
contra los nuevos rivales,
y todas fueron finales
que sorteó la Scaloneta.

Las primeras voces roncas
las oyó el Tata Martino,
ese técnico argentino
que hizo saltar la bronca

de mexicanos batidos
en un duro 2 a 0
que, para ser muy sincero,
fue poco, visto el partido.

Luego vinieron polacos,
australianos y holandeses:
en unas y otras veces
con goles como arrumacos.

Llegó en la semi Croacia
y un triunfo a puro gol,
más un paseo a Gvardiol
con alta gambeta y gracia.

¡Había séptimo partido!
Por nivel no era quimera
aspirar a la tercera
por la que habían venido.

El triunfo trajo recuerdos
de otra final alcanzada,
esa en Brasil arruinada
por Götze y su pie izquierdo.

La partida no era sencilla
para esta nueva final,
pues la encarnación del mal
estaba en la azul plantilla.

En el equipo a vencer,
postrero campeón del mundo,
aparecía el rotundo
y tan temible Mbappé.

Pero igual armas había
del lado de nuestra escuadra.
«Perro no muerde si ladra»,
pudo decir Di María.

El Fideo fue el ariete
en el principio del juego
y le puso leña al fuego
con amague y firulete.

Messi, también encendido,
jugó su mejor final:
después de cobrar un penal
lideró un juego lucido.

Cuando nadie lo esperaba
metió el segundo Angelito.
El jolgorio era infinito:
Argentina dominaba.

Muy poco de amor francés
había hasta ahí en la cancha,
hasta que hizo pata ancha
ese villano Mbappé.

Para cumplir bien sus roles
de jugador tan temido,
aquel en París nacido
metería cuatro goles.

Todo arrancó con un par
en apenas dos minutos.
Nos dejó cara de luto
y el juego obligó a alargar.

Vendrían los consecuentes
dos tiempos suplementarios
con Kylian y el de Rosario
como duros contendientes.

En el coro de la hinchada
se colaban los temores
de que ya no hubiera flores
para Messi y su patriada.

En media hora increíble
un gol de Leo llegó,
y otro Mbappé metió…
¡No apto para sensibles!

Cumplido el tiempo infartante
la esperanza de la tribu
se acostó sobre el gran Dibu
y la furia de sus guantes.

Y de una vez, viento en popa,
con atajadas geniales,
más acertados penales
fue nuestra la ansiada copa.

Cuánto llanto contenido
se desató en la Argentina,
por un rato tanta ruina
dejó paso al estallido

de banderas y clamor,
de bocinas y hermandad,
y hasta de la vanidad
que da sentirse el mejor.

«¡Somos campeones del mundo!»,
gritaron voces y abrazos,
y sonaron bocinazos
en unos pocos segundos.

Una sonrisa de antaño
se vio en rostros resurgir:
«Qué hermoso era sentir
esto hace 36 años».

Padres e hijos al fin
compartieron el sabor
de olvidarse del dolor
por la magia de un botín.

Qué honor presenciar la gloria
de tres títulos mundiales,
que parecen irreales,
mas son parte de la historia.

Qué lujo, además, que el juego
de los dados del azar
nos dejara atestiguar 
a Leo, a Mario y al Diego.

Argentinos, a las cosas:
ya nos damos por pagados.
Ellos les han quitado
las espinas a las rosas.

Nos rendimos a los pies
de estos reyes sin corona:
Kempes, Messi y Maradona.
El milagro de tres 10.

19/12/2022



Comentarios

  1. Excelente!!! Me encantó!!

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  2. Aunque no sé sus nombres, gracias a todos por tan lindos comentarios. ¡Recuerden firmar cuando comenten!

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  3. Excelente, me encantó. ¡Qué lindas las vacaciones y sus oportunidades para leer!

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    Respuestas
    1. Gracias, espero que se disfruten tus vacaciones y sean bien sazonadas por buenas lecturas.

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