Sé verla al revés
Espejo mágico (1946), de M. C. Escher |
Los palíndromos: esos juegos con los que se han recreado los hombres y permiten poner el lenguaje ante el espejo.
por Fernando G. Toledo
Pero era algo más que un seudónimo: no sólo porque describía dos aspectos de mis actividades o visiones del mundo, sino porque se trataba de un «juego de palabras» muy divertido y complejo que hasta tiene un sonoro nombre: «palíndromo» (del griego palin dromein: «volver atrás»).
El palíndromo es una palabra o frase cuyo sentido se lee igualmente desde adelante hacia atrás o de atrás hacia delante. Equivale al capicúa en los números.
En el caso del seudónimo está claro: letra por letra, «ateopoeta» se lee exactamente igual de izquierda a derecha como de derecha a izquierda.
Son muchos los ejemplos de frases construidas como palíndromo. Algunas de las más conocidas son las que siguen:
Adán o nada.
Somos o no somos.
Ambas, y obviando la tilde, consiguen ese hermoso efecto simétrico y la posibilidad de viajar hacia aquí y hacia allá con las riendas del sentido bien asidas. Si ya van entendiendo el asunto, el siguiente palíndromo viene bien como ejemplo:
Sé verla al revés.
Sin embargo, todo esto es apenas cosa de niños si lo comparamos con otros de los palíndromos que numerosos escritores han creado a lo largo de la historia humana.
En latín, por ejemplo, se han registrado hermosos palíndromos. Uno de los más célebres, por su complejidad y fuerza poética, es:
In girum imus nocte et consumimur igni.
La traducción pierde la magia, pero mantiene la poesía: «Girábamos en círculo por la noche y fuimos consumidos por el fuego».
Ciertamente, es un palíndromo impresionante por su hechura, aunque no sé si tanto como este, que es una inscripción hallada en Pompeya en letras mayúsculas:
SATOR
AREPO
TENET
OPERA
ROTAS
En español diría algo así como «Arepo tiene ruedas para trabajar». Si se fijan, se lee de atrás para adelante, y de arriba hacia abajo (en sentido vertical).
Pero palíndromos hay en todos los idiomas. En catalán hay uno que hace referencia al nombre de nuestro país:
Argentina, la nit negra.
O sea: «Argentina, la noche negra».
Allá por 1914, se acuñó uno en inglés que es soberbio y que honra el proyecto del francés Fernando de Lesseps:
A man, a plan, a canal: Panama!
Es decir: «Un hombre, un plan, un canal: ¡Panamá!».
Volviendo a nuestra lengua, podemos recrearnos con algunos que son divertidos, sutiles y asombrosos. Veamos:
A mí sí, dama amadísima.
No deseo yo ese don.
A la manía, cocaína mala.
Se van sus naves.
Dábale arroz a la zorra el abad.
Amigo, no gima.
Atar a la rata.
Salta Lenín el Atlas.
Átale, demoníaco Caín, o me delata.
Pero, sin dudas el rey del palíndromo en la Argentina es el escritor Juan Filloy. A él (un verdadero malabarista del lenguaje: todos los títulos de sus libros, por ejemplo, tienen siete letras) se deben algunas verdaderas «obras palíndromas maestras». Según sus propios cálculos, Filloy escribió 8.000 palíndromos. Algunos, simples y contundentes:
Acaso hubo búhos acá.
Subo tu autobús.
Sólo di sol a los ídolos.
Si tragar era gratis…
Otros, relacionados con la política local:
Allí tápase Menem esa patilla.
Algunos más, directamente geniales, casi imposibles:
Sólo diseca la fe de falaces ídolos.
¡Sosa ya pagó su soga, payasos!
Sarita Sosa es idónea en odiseas o sátiras.
Le vino dote de todo nivel.
A sor Paloma Fidel le difamó la prosa.
Y, por fin, aquel en el que se basaba mi seudónimo y que tiene una versión mayor:
Ateo por Arabia iba raro poeta.
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