Como un mendigo con sus perros



© Fernando G. Toledo

En el otoño de 1996, cuando tenía 21 años, di el primer recital con mis poemas. Justo en ese entonces estaba dándole forma a lo que iba a ser mi libro inicial y acababa de hallarle un título. Para la lectura pública preparé un volante de mano con algunos de esos textos, e incluí una «presentación» en primera persona. Acabo de encontrarla y, a pesar de que denota cierto desorden expresivo (le podría echar la culpa a la juventud pero creo que en mucho incidió el corto espacio de que disponía) y la osadía propia de la inocencia aún sin extraviar, me atrevo a compartirla de nuevo. Porque de estos «vergonzosos engendros» está también hecho uno mismo.

«Ni encontrar respuestas, ni desplegar escudos de papel contra los monstruos que se ciernen, cada noche, a nuestro lado. No poner en duda nada. Yo, Fernando G. Toledo, escribo más bien como un pobre embaucador. El rincón más oscuro debe servir de guarida, las hojas son ocultadas como si de un corazón arrancado se tratase. El poema nace en un laboratorio saltimbanqui, en medio de un proceso a lo Frankenstein. Y después se abren las jaulas. De allí pueden salir desbocadas bestias que se vuelven contra uno, vergonzosos engendros. O calladas confesiones, como mucho. Y sólo eso. Ni las películas. Ni los sueños. […] Nada merece ser reflejado en esos escritos. Y, sin embargo, están allí. Obligando sólo a un nuevo retiro hacia un nuevo escritorio para pergeñar nuevas ficciones (siempre lo son) en nuevas cadenas a punto de cortarse y desprenderse. Ante eso sólo queda juntar a las criaturas más fieles bajo un nombre que las agrupe (Hotel Alejamiento, por caso) y salir, como un mendigo con sus perros. Y leer o hacer leer, públicamente. Dejar que el virus se escape. Reconocerse responsable y decir: es todo lo que hay para ofrecer».

Comentarios

Entradas populares