Fernando G. Toledo, el poeta que desafía con éxito

Fernando G. Toledo. Foto: Gustavo Sabez.



El periodista y escritor ganó por segunda vez en el Certamen Literario Vendimia, pero en una categoría no solo distinta a su género, sino también absolutamente nueva.

por Nicolás Munilla


El Certamen Literario Vendimia de este año dejó excelentes obras ganadoras con títulos prometedores para un público mendocino que podrá disfrutar de lecturas agradables y de gran nivel. A la espera del lanzamiento oficial de los textos, que se realizará en el marco de la Feria Provincial del Libro, en septiembre próximo, los escritores galardonados están expectantes, no solo porque han sido reconocidos en un concurso emblemático de Mendoza, además lograrán una amplia difusión de sus obras en el público local y, para varios de ellos, representará una nueva plataforma de crecimiento artístico.
Fernando G. Toledo es, posiblemente, uno de los escritores contemporáneos mendocinos más reconocidos del ambiente literario. Oriundo de San Martín, ha forjado una extensa carrera tanto en las artes como en el periodismo desde principios de la década de los ’90. Su mundo es la poesía, ya que ha editado cinco libros de poesías, incluyendo Secuencia del caos, que ganó el Certamen Literario Vendimia 2006 en su categoría; también ha participado en festivales poéticos de Argentina y Chile, como también creó el Festival de Poesía de Mendoza en 2013 y edita la revista especializada El Desaguadero.

Si bien su incursión en la narrativa es más reciente, no por ello deja de ser relevante. Uno de sus relatos formó parte de una recopilación de cuentos regionales bajo el nombre Mitos y leyendas cuyanos, publicada por Alfaguara en 1998, y hace dos años salió a la luz su novela de no ficción De Mendoza a Tokio. Ahora se suma El mar de los sueños equivocados, que además de ser su primera novela de ficción, es la ganadora de la categoría Infanto-juvenil del Certamen Literario Vendimia 2016. Como si el destino lo predispusiera, su estreno coincidió con la primera edición de la citada categoría en el concurso.

– ¿De qué trata El mar de los sueños equivocados
La novela tiene como protagonista a Apolo, un chico de 13 años que vive con un miedo, inexplicable para él, a quedarse dormido de día. Pero un día le pasa lo que más teme y, cuando despierta, descubre que no hay nadie en el mundo. Por una ciudad vacía comienza a caminar en búsqueda de algo que explique lo que ha sucedido. Ese camino no sólo lo llevará a vivir aventuras inesperadas sino, también, a enfrentarse con el origen de su miedo. Pretendí con esta novela no sólo ofrecer una historia que tuviera aventuras, acción, fantasía, algo de poesía y humor, sino también poner a los personajes frente a temas como el dolor y el miedo, temas que quizá no abundan en el género.

El jurado del certamen, que estuvo integrado por Silvia Lauriente, Brenda Sánchez y María Luz Malamud, consideraron que esta novela destinada al público juvenil es disruptiva en la temática que aborda: «El libro navega los miedos profundos del ser humano. Al enfrentarse con sus temores, el protagonista puede reparar una situación traumática vivida. El texto posibilita lecturas intertextuales, reforzadas por tratamientos surrealistas, cinematográficos y líricos. A la vez que profundiza en la materia onírica y en el inconsciente, construyendo personajes sólidos y creíbles».

«La trama, que en un principio parece de aventura, gana complejidad a medida que se avanza en la lectura, poniendo al lector frente a un tema sensible. Es justamente la valentía del texto lo que nos ha motivado a elegirlo», fue la conclusión del jurado.

– ¿Cuáles fueron los desafíos que se te presentaron para realizar una obra destinada a un público infanto-juvenil? 
– En mi caso los desafíos fueron muchos. Mi producción literaria es fundamentalmente poética (he publicado cinco libros de poemas y me considero, antes que nada, poeta), pero ya en 1998 había publicado un cuento en Alfaguara y en 2014 se publicó mi primera novela, De Mendoza a Tokio. Sin embargo, era este último un relato de «no ficción». Esta vez no sólo di el salto hacia la ficción narrativa sino que, con la impertinencia del principiante, me atreví a este género un poco porque me parece terreno fértil para algunos intereses personales y otro poco porque tenía una vieja promesa empeñada a mis hijos: escribir algo para ellos.

–  El jurado valoró de esta obra, entre otras cosas, la intertextualidad, la solidez de los personajes y la progresiva complejidad de la trama. ¿Qué elementos te inspiraron y utilizaste para crear el libro?
– La trama del libro fue tejida alrededor de una imagen que me rondaba y está inspirada en la portada de un disco (que no vale la pena mencionar). Con esa imagen en la cabeza construí un relato como los que yo prefiero como lector, es decir, aquellos que permiten gozar de las libertades de la ficción y la fantasía sin abandonar la racionalidad y las claves que permitan explicar lo que parecía absurdo. Pero, además, introduje elementos diversos, que animan la trama en su desarrollo: un cuadro surrealista, música y la literatura. Incluso, un personaje histórico realmente existente: Artemidoro de Daldis, un escritor de Éfeso que en el siglo II escribió un tratado de interpretación de los sueños.

– ¿Qué te generó ser uno de los ganadores del Certamen? Principalmente teniendo en cuenta que sos el primer galardonado de la nueva categoría Infanto-juvenil. 
– Aunque había ganado este premio en 2006 (por mi libro de poemas Secuencia del caos), ser elegido en la primera convocatoria del premio en este género tiene mucho valor para mí. Sobre todo porque, como decía, soy un completo novato (más novato de lo que puede ser cualquier escritor al trazar siempre la primera letra). Que mi primera novela en el género haya sido reconocida con este premio, que ha de ser uno de los más importantes de la región, resulta un verdadero estímulo. Todo escritor, si tiene una pequeña fe en lo que escribe, desea ver su obra publicada, y el Certamen Vendimia ofrece como premio no sólo un incentivo económico, sino también la edición. Es la manera de facilitar que se tienda ese arco que va de las horas apasionadas del que escribe hasta las horas apasionadas del que lee. 



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