Mirada escéptica y lúcida
Por José Cereijo
Nacido en 1974, Fernando G. Toledo se encuentra ahora en esa edad, el mezzo del cammin dantesco, en que uno tiende naturalmente a preguntarse sobre la dirección y el significado de ese camino.
Y, efectivamente, este «Mortal en la noche» del título se interroga, sin premura ni ansiedad, acerca del sentido de las cosas, y el suyo propio («todo el tiempo pregunto por mí mismo»). Trata de rastrearlo en ciertas experiencias artísticas (una película, una música), pero también en sucesos cotidianos; entre ellos, y particularmente, el gesto mismo de escribir. Afirma sin jactancia su propia falta de fe en soluciones trascendentes; pero, quizá precisamente a causa de ella, no renuncia a entender qué dice, y qué oculta, ese rastro fugaz que los seres y las horas nos dejan entre los dedos: «acaso un símbolo diferente / en cada cosa muerta».
Y es que, desde esa mirada suya, escéptica y lúcida, se sabe y se siente solidario de todo cuanto existe, y que por existir está, como él mismo, condenado a no ser, continuamente prometido a su propia ausencia: «oigo, sin ver, cómo todo se va». Quiere, en sus poemas, «cantar su propia finitud, celebrar lo que va a perderse»; porque esa fugacidad, que todo lo vuelve aún más valioso, hace también de cada instante, y sin remedio, una pregunta.
De esa honda y serena inquietud, de esa valerosa afirmación sin esperanza, está tejido este libro.
Nacido en 1974, Fernando G. Toledo se encuentra ahora en esa edad, el mezzo del cammin dantesco, en que uno tiende naturalmente a preguntarse sobre la dirección y el significado de ese camino.
Y, efectivamente, este «Mortal en la noche» del título se interroga, sin premura ni ansiedad, acerca del sentido de las cosas, y el suyo propio («todo el tiempo pregunto por mí mismo»). Trata de rastrearlo en ciertas experiencias artísticas (una película, una música), pero también en sucesos cotidianos; entre ellos, y particularmente, el gesto mismo de escribir. Afirma sin jactancia su propia falta de fe en soluciones trascendentes; pero, quizá precisamente a causa de ella, no renuncia a entender qué dice, y qué oculta, ese rastro fugaz que los seres y las horas nos dejan entre los dedos: «acaso un símbolo diferente / en cada cosa muerta».
Y es que, desde esa mirada suya, escéptica y lúcida, se sabe y se siente solidario de todo cuanto existe, y que por existir está, como él mismo, condenado a no ser, continuamente prometido a su propia ausencia: «oigo, sin ver, cómo todo se va». Quiere, en sus poemas, «cantar su propia finitud, celebrar lo que va a perderse»; porque esa fugacidad, que todo lo vuelve aún más valioso, hace también de cada instante, y sin remedio, una pregunta.
De esa honda y serena inquietud, de esa valerosa afirmación sin esperanza, está tejido este libro.
Palabras de presentación del libro Mortal en la noche (Alción Editora, 2013)
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