Una maleta cargada de lluvia: crónica de Viajero inmóvil
por Paula Seufferheld
[El amor] «es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente.»
Francisco de Quevedo.
Principio de incertidumbre
En general, esta cronista tiene en su mente «el guión» –como dicen los lingüistas– de lo que puede ser la presentación de un libro de poesía. Ha asistido a algunas y nunca falta la mesa cubierta por un inefable mantel oscuro, el micrófono, cantidades exorbitantes de agua (¡por favor, que alguien me cuente si ha visto deshidratarse a un poeta!), la iluminación tenue, el acompañamiento musical grabado o, en el mejor de los casos, «en vivo», el ritmo cadencioso y expresivo del recitado del artista y el público silencioso que pocas veces está seguro de cuándo aplaudir y cuándo no, como sucede en los conciertos de música clásica.
La presentación del último poemario de Fernando G. Toledo, Viajero inmóvil, destruyó el guión de la que escribe por completo. La noche del 9 de octubre, en el salón del Concejo Deliberante de la Municipalidad de San Martín, esta cronista fue testigo, junto a un centenar de personas más, de una performance «luminosa» a pesar de la obligada oscuridad que fue un elemento escenográfico imprescindible en el espectáculo. Pero no nos adelantemos, también las crónicas tienen un «guión» y entre sus basamentos está el respeto por el orden cronológico de los hechos.
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