Fernando G. Toledo, un poeta de provincia
El periodista mendocino habló con ATPA de su afición por la literatura y de su oficio de escritor. En este diálogo trazó las causas por las cuales muchos aficionados a las letras viven en el eterno desconocimiento de los lectores Una entrevista poblada de claros pensamientos.
Por Andrea Calderón
Sus vidas transcurren en el más absurdo anonimato, con la cordillera como frontera, el buen vino como lema y un sol que poco entibia cuando la vorágine devora sus nombres y los deja con el pulso temblando la indiferencia de otros. Está claro, no viven de sus palabras, ni de los versos consumados en papel. Caminando las librerías de Mendoza no es posible hallarlos. Sus libros descansan para no ser leídos, producto de políticas culturales mal implementadas, de la escasa valoración que se le da a sus obras y del costoso esfuerzo económico que una publicación exige. En el depósito de alguna editorial, posiblemente se encuentre lo que tienen para decir, ya silenciado y mustio, pero siempre valioso. Son los poetas, ilustres hacedores de versos que en la más absoluta intimidad resguardan cada letra para hilvanarla con mesura.
Fernando G. Toledo nació en San Martín (Mendoza, Argentina) en 1974. Licenciado en Comunicación Social, publicó los libros Hotel Alojamiento (1998, editorial Diógenes), Diapasón (2003, Libros de Piedra Infinita) y Secuencia del caos (2006, Ediciones Culturales de Mendoza, primer premio Certamen Provincial Vendimia). Además, su relato La luz mala se incluyó en el volumen Mitos y leyendas cuyanos, publicado por Alfaguara en 1998.
En 2002 fundó, junto a Hernán Schillagi, la editorial independiente Libros de Piedra Infinita, con la cual dio a conocer la obra de una docena de poetas. Ejerció su tarea como crítico en diversas publicaciones de la provincia. Actualmente se desempeña como jefe de espectáculos de Diario Uno de Mendoza.
Detrás de sus manos cruzadas y su mirada tímida, parece esconder lo que su obra refleja. En él, las «Verdades» tienen forma de pregunta y las certezas no discuten con sus palabras. Responde seguro, con ideas ya modeladas.
A: - ¿Por qué es la literatura el espacio más rezagado en materia artística en la provincia?
F: - No creo que sea porque haya malos escritores. Mendoza ha tenido una larga tradición de buenos poetas, tiene grandes nombres que han trascendido la frontera. Se combina un poco el provincianismo del escritor con la falta de difusión, la escasa ambición de ser leído y la intención de los organismos oficiales para que eso suceda.
A: - ¿Cuál es el motivo por el que se le resta valor a la literatura local, entonces?
F: El lugar donde viven los escritores tiene que tener una estructura de difusión cultural muy amplia. En el caso de Mendoza, esto no ocurre; entonces los lectores consumen la literatura de la que se enteran y solamente un público específico se preocupa por leer obras de autores locales. Por otra parte, es probable que los escritores tengan algo de culpa por no ofrecer buenos libros. Tenemos también, una combinación de las dos cosas.
A: - ¿Cómo y cuándo nació el escritor en vos?
F: - Para que naciera el escritor tuvo que nacer primero el buen lector y ese buen lector nació alrededor de mis 17 años, cuando me encontré con un grupo de libros y autores que significaron un acercamiento más serio con la literatura. Hubo dos vertientes diferentes: por un lado, la obra completa de Borges y por el otro, una antología de la poesía surrealista escrita por Aldo Pellegrini, un autor argentino. Fue entonces cuando me di cuenta que esas cosas sueltas por ahí escritas, podían encauzarse hacia una búsqueda estética y no hacia el mero ejercicio de pasatiempo de escribir.
A: - ¿Destruiste muchas veces tus escritos antes de dejarlos escapar?
F: - Más perdí que destruí. Dejé que se perdieran, pero no soy muy encarnizado con las cosas que escribo. Simplemente les doy una sentencia y en algunos casos, aprovecho algo de ese material para futuras obras pequeñas, ya sean poemas, relatos o ideas nada más…
A: - ¿Por qué escribís?
F: - En realidad, por una cuestión de búsqueda. A través de la poesía intento alcanzar la musicalidad del silencio. Por eso hay mucho de reflexión, cada poema está cincelado a tal punto de que no le falte nada pero tampoco que le sobre. Es decir, la búsqueda de la palabra perfecta, con el contradictorio objetivo de pronunciar el silencio.
A: - ¿Sos un escéptico?
F: - Sí, pero no radical. No descreo de todo, sino de las cosas de las que es razonable dudar. Soy un incrédulo de grandes cosas que se postulan como verdaderas. Sobre todo me interesa el tema religioso porque involucra estructuras ideológicas y de poder, transmisión ideológica.
A: - ¿Qué poema, cuento o ensayo tuyo es el más disfrutás volver a leer?
F: - En realidad, más que un poema solo, estoy muy contento con el último libro Secuencia del caos; no sé si tanto con el resultado pero sí con haberlo llevado a cabo. Éste tiene una particularidad y es que todos los versos de todos los poemas son endecasílabos (tienen 11 sílabas). Por primera vez me regí por una exigencia que iba más allá de la expresión pura y de lo que hice hasta el momento. Era mucho más difícil el objetivo de ponerme un cauce fijo.
A: - ¿Estás trabajando en algún libro nuevo?
F: - Sí. Hay una serie de poemas que plantean una especie de viaje de un personaje que descubre poco a poco que todo ese recorrido ha sido en vano, porque no puede avanzar. Se ha convertido en un Viajero inmóvil, que es el nombre del libro.
Por otra parte, hay una serie de poemas un poco más intimistas quizás, de reflexiones sobre el sentido del hecho de pensar mismo y de reconocerse humano y mortal.
La charla termina, pero los versos insisten en hacer eco en los ojos:
(...)
Afuera el mundo sigue sucediendo
Pero aquí adentro todo se detiene
Desnudo así y en una noche así
Parece que la muerte me olvidara
Y empezase a vagar yo entre los otros
Pleno de palabras que nadie oye
Y se amontonan en el escorial
Que el silencio cuestiona como insomne
(...)
(Fragmento del poema Nocturno interior, de Secuencia del saos, 2006)
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