Cuando viajar es como detenerse en la tristeza




En esta entrevista, el poeta y periodista Fernando G. Toledo habla de Viajero inmóvil, su nuevo libro, que prologó Claudia Masin.

por Paula Seufferheld

Fernando G. Toledo, poeta, periodista y editor, termina de publicar su cuarto libro de poemas Viajero inmóvil. El volumen aparece en el sello Libros de Piedra Infinita que el escritor dirige junto a Hernán Schillagi. La cuidada edición del texto fue financiada por la Municipalidad de Rivadavia. Además, cuenta con un prólogo exquisito de la destacada poeta chaqueña Claudia Masin. Los diseños e ilustraciones estuvieron a cargo de Romina Arrarás –esposa del poeta– quien con acierto e inteligencia supo plasmar la belleza de este texto. Sobre este trabajo, Toledo afirma: «desde un primer momento, ella se comprometió mucho con la lectura de los poemas». 

A diferencia del trayecto irrealizable que propone el personaje de su poemario, encontrar a Toledo y a su obra no solo es un viaje posible sino también amable. Sumergido en el mundanal y cálido ruido de su hogar, el poeta es capaz de reflexionar sobre el sentido de su texto, escuchar los pedidos de su hija Luz y supervisar los primeros pasos de Julián, el más pequeño de sus niños. Ese mismo carácter multifacético que muestra en sus acciones cotidianas, es el que signa sus intereses estéticos –que recorren todas las artes–  y su trabajo poético –prolífico y permanente–. Charlar con él es también una experiencia múltiple: oír sus respuestas claras y firmes, tener el privilegio de compartir el recitado de algún poema -siempre con ese tono pausado y comprometido que caracteriza su decir-, escuchar la música del disco que dio nombre a su nueva obra y reír con algunos de sus comentarios irónicos, siempre filosos y acertados. De la vasta conversación que el artista y quien escribe tuvieron, se rescatan aquí solo algunos fragmentos.

–¿Fueron ideas, imágenes o palabras las que dispararon la concreción de esta obra?

Viajero inmóvil partió de un título. Éste fue extraído de un disco conceptual de la agrupación Camel (Stationary Traveller, 1984). De la obra musical solo tomo estas dos palabras sugerentes, aunque invito a imaginar las melodías de aquel álbum como una especie de música incidental para la  lectura de mis versos.

Viajero inmóvil es un libro conceptual donde la idea de la pérdida de una mujer amada y la imposibilidad de recuperarla a través de un viaje, constituyen su núcleo central,  ¿implica una etapa de crecimiento con respecto a tu obra anterior?

–Más que una evolución o un crecimiento, Viajero inmóvil es una síntesis de toda mi producción. Ya en Hotel Alejamiento, mi primer poemario, aparece un concepto que retomo nuevamente aquí: la recuperación del último instante de un amor. Para el personaje del texto no es una tarea feliz porque descubre que no va a avanzar, que el trayecto que recorre solo engendra una nueva distancia.

–¿Cuánto influyeron tus propias vivencias en la creación del yo lírico de este libro?

–En general, no me identifico con los personajes de mis textos y Viajero... no es la excepción. Busco inventar un yo que me permita cierto margen para ficcionalizar; eso no significa que a través de ese yo no exprese ideas y concepciones del mundo que me representan y a las cuales adhiero.

–¿Qué recorrido –si es posible alguno- podemos hacer como lectores junto a este Viajero inmóvil?

–No hay un viaje físico ni geográfico. Propongo un recorrido por la memoria. Allí el personaje encuentra recuerdos fragmentarios de ese amor que ha perdido. Él quisiera que el presente tuviera algo de ese pasado pero su deseo queda frustrado desde el primer momento en que intenta moverse, correrse del punto donde se halla suspendido es conocer el abismo. Finalmente, al viajero solo le quedan las palabras para reflexionar sobre su inmovilidad, sabe que tener conciencia de su pérdida es volver a perderla. Quizás como Proust entiende que los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos.

–La destacada poeta Claudia Masin prologó Viajero inmóvil, ¿cómo lograste que accediera a tu obra?

–A Claudia pude conocerla cuando la entrevisté por la publicación de Abrigo (2007). Al terminar mi texto, tuve el «atrevimiento» de pedirle que lo leyera. Para mi sorpresa, accedió con  enorme amabilidad. Me dijo que creía mucho en mi poesía, incluso me confió que se quedó hasta altas horas de la noche escribiendo el prólogo. Sus palabras abriendo mi poemario son muy importantes ya que ella junto a Joaquín O. Gianuzzi y Santiago Sylvester son referentes fundamentales en esta etapa de mi poesía. 

Mapas de los viajes poéticos

–Para que surjan tus poemas,  ¿seguís algún plan de escritura?

–En todos los casos, aparecen dos etapas. Una primera, exclusivamente mental, donde me apodero de una idea que juzgo sugerente y original. A partir de allí, reflexiono sobre ella, a veces de manera obsesiva. En esta instancia no elaboro ningún desarrollo formal: no hay versos, ni ritmo, y muy pocos recursos definidos.  Luego viene una última etapa en la que vuelco al papel estas ideas en poemas. Es necesario que primero escriba a mano antes de hacerlo en computadora. Obviamente no termina ahí. Son muchas las correcciones que hago de mis escritos.

–¿En qué momento juzgas que una poema está terminado?

–Cuando me satisface a mí como su primer lector. De todos modos, comparto los textos en proceso con otras personas de las que valoro sus críticas y sugerencias, sobre todo de Hernán Schillagi (poeta y co-director de Libros de Piedra Infinita).

–Escribir es un acto de comunicación, cuando creás, ¿tenés en mente a un lector modelo?

–Sí, yo. Soy el lector más crítico y exigente de mis textos. Si consigo que me gusten como otras obras ajenas que admiro, me doy por satisfecho. Si logro que otros experimenten o se aproximen a esta misma sensación, mucho mejor.

–¿Qué momentos elegís para escribir poesía?

–Puede ser un dato curioso –o no–, pero solo escribo en verano, en especial cuando empiezan las vacaciones. Considero que es fundamental «desintoxicarme» de la escritura periodística que demanda mi trabajo. Es en esta época cuando encuentro los tiempos y los espacios para producir  concentradamente, sin distracciones. Sé que esto significa quitarle horas a mi familia, pero entiendo que solo puedo trabajar con comodidad durante este período. Durante este tiempo, también leo mucho.  No puedo escribir sin leer en forma paralela.

El territorio del poeta

–¿Qué lugar considerás que ocupás dentro de la poesía mendocina?

–Primero: nunca me sentí parte de un movimiento o una generación. Incluso en los ’90 cuando varios pretendieron asociarme al trabajo de algunos poetas porque publiqué en la Colección Mesita de Luz, paradigmática de una estética ligada a la cultura rock y a los temas de la posmodernidad, ya mi obra transitaba otros tópicos y registros que persisten hasta hoy. A comienzos de esta década, encuentro en un grupo de escritores una línea poética más cercana a la mía (Schillagi, Carniello, Almonacid). Creo que todos estamos interesados en  un regreso al lirismo: volver a las metáforas, a las imágenes, al ritmo, incluso, en algunas de mis producciones, a una métrica determinada, Secuencia del caos, por ejemplo,  está íntegramente realizado en versos endecasílabos. Desde lo temático, nuestra búsqueda remite a un mayor intimismo, donde los elementos cotidianos son elididos o puestos al servicio de una idea. Particularmente en mi obra, hay una evolución hacia lo reflexivo. Quizás suene ambicioso, pero pretendo conjugar la estética con el pensamiento.

–¿Podés adelantar algo de tu próximo trabajo?

–Te puedo decir que se va a llamar Mortal en la noche y que por primera vez voy a abordar el tema religioso –que tanto me interesa– de manera explícita.

Sobre el Premio Vendimia

–Ganaste el Gran Premio Vendimia en 2006 con Secuencia del caos, ¿Qué opinión tenés de esta distinción en el panorama de las letras mendocinas?

–Sigue siendo el premio literario más importante de Mendoza. A pesar de ello, padece errores que se arrastran desde hace años y las autoridades responsables que se suceden hacen poco o nada por corregirlos. Creo que además de importante, tiene que ser serio. ¿Con esto qué quiero decir? Los libros premiados deberían ser editados con mayor cuidado, tener más difusión y distribución. Esto implicaría muchas presentaciones y una tirada mayor de ejemplares. Creo que falta la decisión de buscar lectores, los premiados terminan siendo leídos por sus conocidos y el círculo pequeño de escritores locales.

–¿Qué pensás en cuanto a la conformación del jurado?

–Debería convocarse un jurado integrado por escritores y críticos no mendocinos. No creo que esto cambie en nada la calidad y variedad de las obras –que es mucha, por cierto– pero sí sumaría prestigio al premio y echaría por tierra las «polémicas maliciosas» que circulan sobre quienes premian y quienes reciben las distinciones cuando se conocen los resultados.

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