Entrevista: Fernando G. Toledo presentó su nuevo libro, Cruz y ficción




La obra recopila textos ensayísticos y artículos periodísticos del poeta y narrador mendocino. La novedad radica en que se puede descargar gratuitamente en su versión digital.


Por Fabricio Centorbi (*)


Cruz y ficción es un libro que recopila textos ensayísticos y artículos periodísticos del poeta y narrador mendocino Fernando G. Toledo. Es un nuevo título de la Colección El Desaguadero de la editorial Libros de Piedra Infinita, y se pondrá a disposición para descarga directa en formato digital (PDF) de manera gratuita.
Cruz y ficción incluye 15 textos ensayísticos elegidos de entre los cientos ha publicado Toledo en diversos medios, periodísticos y especializados, así también como en blogs temáticos, en los últimos 20 años.
La recopilación presenta, además, un Preludio inédito, a modo de prólogo, en el que el autor reflexiona acerca de ese carácter anfibio de su profesión de periodista y escritor, en la que confluyen la escritura como actividad, pero donde también muchas veces aparece la pugna entre lo que tiene un fin provisorio y lo que busca tener un destino más perenne.
Fernando G Toledo es actualmente el editor de Sociedad, una de las secciones más grandes de Diario Los Andes, además co dirige, junto a otro gran escritor del este de Mendoza, Hernán Shillagi, la editorial Libros de Piedra Infinita. El reconocido autor conversó con Diario Mendoza y dejó su visión y reflexiones imperdibles, acerca del libro y otros temas relacionados con las letras y el lenguaje.
 
—¿Cruz y ficción es tu libro número...?
—A esta altura ya tengo que hacer cuentas. Cruz y ficción es mi décimo título unitario, pero a la vez es el primer libro de ensayos. Y, si agregamos un detalle, es el primer libro de esta nueva década, que ha comenzado entre tinieblas. 
 
—¿Por qué decidiste hacerlo digital y gratuito?
—Tengo dos libros (y medio) terminados, pero este es el que me generaba más dudas. Sobre todo, porque consiste en la recopilación de artículos ya publicados, lo cual no sería en sí mismo nada extraño. Pero como el actual contexto económico, para las editoriales pequeñas, es muy difícil y los costos de impresión son muy onerosos, me pareció que todo se confabulaba para darle salida por esta vía. Creo que es un libro que permite esa posibilidad, incluso porque aun los lectores que no prefieran la edición digital por sobre la vegetal, pueden abordarlo con mayor facilidad, porque estamos ante textos, a excepción de los dos últimos, bastante breves.



 —Si alguien lo quiere impreso, ¿qué debe hacer?
—El plan es esperar a que se junte un grupo de lectores que puedan llegar a requerirlo en papel, y hacer una tirada más corta para aquellos que lo prefieran en formato físico. Yo estaría encantado.
 
—Esta vez elegiste recopilar ensayos y artículos... ¿hay algún criterio que unifique el concepto de la selección?
—Hubo dos criterios, en realidad. Por un lado, por supuesto, consideré los textos que yo creo que me parecen más logrados: criterio difícil de medir, pero es que siempre ese criterio sobrevuela en la elección de todo escritor que sea exigente con su obra. El segundo criterio, no menos volátil, es que evalué cuáles de los textos podían tener una vigencia más allá del momento puntual en que el fueron escritos.
 
—¿Son textos que quisiste revivir por alguna razón?
—De alguna manera, la elección me permitió revivir esos textos y, justamente, como decía antes, evaluar si estos podían tener lo contrario a lo que suele ser el estigma del texto periodístico: la inmediatez. Es algo sobre lo que reflexiono el prólogo, escrito especialmente para el libro, y que explica que la urgencia de los textos que se publican en los medios muchas veces no tienen mayor vida que la del momento en que fueron escritos. Estos, en cambio, al hablar de temas más generales o no urgentes, y en ocasiones, al ser verdaderos ensayos, acaban permitiéndose esa vida más larga (más allá de que la merezcan, eso lo evaluará el lector). 
 
—¿Fueron escritos en distintos momentos de tu vida o corresponden a un mismo espacio de tiempo?
—Si bien mi interés era repasar los distintos momentos de la escritura, he de decir que no siempre he podido escribir sobre temas que pudieran tener vigencia una década después. Así que la elección, en cuanto a lo temporal, terminó comprimiéndose un poco. El texto más viejo no tiene más de 15 años (llevo 27 de profesión), y hay otros que son muy recientes. Sin embargo, en esa decena y media de textos hay variedad de temas, pero a la vez núcleos reconocibles de cuestiones tratadas: algunas pasiones literarias, algunos afanes filosóficos (temas clásicos como la felicidad o el arrepentimiento), el retrato de personajes y obras y, finalmente, la parte más ardua, textos sobre religión; puntualmente, acerca del Jesús histórico.
 
—¿Los editaste? o ¿son rigurosamente idénticos a los escritos originalmente?
—Tienen, todos, correcciones, casi siempre pequeñas, con respecto a los textos originales. En algún caso, una edición que consistió un poco en recorte y un poco en agregados. Pero, y eso es lo fascinante para mí, he podido elegir algunos que podrían haber sido escritos hoy, y simular su edad.
 
—Hay en Cruz y ficción numerosas referencias a otras artes y artistas (Brando, Alighieri, Mahler etc)... ¿Hay algún metamensaje escondido detrás de la selección de esos textos?
—Seguro que lo hay. Lo que no es tan probable es que yo mismo sea el más idóneo para descifrarlo. Bromas aparte, muchos de esos personajes son, de algún modo, los que han marcado los propios recorridos artísticos y vitales. Aparecen otros más: Borges, Satie, Bradbury y Gustavo Bueno. En fin, puntales para mí, casi sujetos de veneración.
 
—En el Preludio llevas a cabo un ejercicio reflexivo acerca de lo que significa escribir... ¿en qué momento encuentra este libro al escritor y poeta? ¿te estás interpelando?
—Ese prólogo, inédito hasta ahora, es la excusa para reflexionar sobre esa vida anfibia que lleva todo escritor que es también periodista de diarios y revistas. "Trabajo de escribir" es la frase con la que comienza tal "preludio". Trabajar de escribir agobia y apasiona por igual. Y cuando ese oficio se extiende en el tiempo aparecen, creo yo de manera ineludible, las interpelaciones. Actualmente las tengo y me encuentro en un momento particular, iniciándome en un género poco cultivado por mí, que es el cuento. Claro que me vengo preparando para tal fin, y de hecho el otro libro que ya tengo listo y del que hablaba, son relatos, aunque tengan "cara" de crónicas o reseñas. Me encuentro apasionado al recorrer esta terra ignota, o casi, porque el mismo año que publiqué mi primer libro, el poemario Hotel Alejamiento, la editorial Alfaguara publicó un cuento mío que todavía no me avergüenza.
 
—¿Por qué elegiste Cruz y ficción para el título?, ¿por qué destacar ese texto sobre los otros?
—Quizá porque también soy editor, quizá por cierta obsesión por estar en todos los detalles, pero el título es muy importante para mí y forma parte de la cuestión creativa de la obra tanto como la escritura en sí del resto de los textos. Y si bien estuve manejando otros títulos, ese lo tenía pensado para una colección de artículos y ensayos dedicados a una temática específica (la religión desde el punto de vista de un materialista filosófico). Sin embargo, creo que el título admite varias lecturas. Si bien es el nombre de uno de los ensayos sobre el Jesús histórico, al mismo tiempo me parece que alude a lo que soy de algún modo, alguien que navega entre la cruz de la dura realidad periodística y la ficción a la que me abro con la literatura. Por supuesto, hay otra resonancia que aparece cuando uno pronuncia el título sin hacer demasiado caso a las pausas entre las palabras, y ese nuevo sentido que aparece me parece buena metáfora de lo que es el oficio de escribir.
 
—¿La escritura es una de las artes que sufre menos transformaciones con el paso del tiempo?
—No estoy tan seguro de ello. Juzgar lo que pasa en estos tiempos es difícil para todo contemporáneo, y hace falta mayor perspectiva, pero creo que las artes se influyen y alimentan mutuamente, y no siempre la literatura es la más quieta. Para obtener esa perspectiva que hace falta siempre, pongamos como ejemplo el siglo XX: en esa centuria, las vanguardias fueron muchas veces encabezadas por los movimientos literarios. No olvidemos que tuvimos al surrealismo, al hermetismo, al fluir de conciencia de Joyce, al teatro del absurdo, y tantas cosas que sería abrumador consignar. Al mismo tiempo, esos movimientos se incorporaron a la pintura, que a la vez por su lado ofreció el cubismo (del que hay literatura parangonable), el arte abstracto, el mismo surrealismo. La música perdió la tonalidad, el cine mutó en poco tiempo. En fin, creo que todas las artes ofrecen flujos y reflujos todo el tiempo. Incluida la literatura. Hoy seguramente estén acunándose movimientos, o síntesis de varios, que todavía nos cueste definir.

—En Un acento tan solo cuestionás a la RAE... ¿qué pensas del rol que juega actualmente con la constante incorporación de nuevos términos?
—Debo decir que no cuestiono a la Real Academia como institución, sino que cuestiono una decisión puntual, mínima y pequeñísima, que me permite reflexionar sobre otros asuntos que no develaremos. Creo que no tiene muchas vueltas: me refiero a lo que creo que es un error en la ortografía publicada en 2010, y que todavía da que hablar. De manera curiosa, creo que la derrota con ese cambio ha sido evidente, pero veremos si es capaz de retractarse. Sólo (y pongo el acento allí) es cuestión de ver qué pasa en las próximas ediciones.
 
—¿Cómo te llevas con el lenguaje inclusivo?
—Uno no puede amigarse demasiado con la idiotez. Creo que es un caso patente en el que la ignorancia asume cierta cuota de influencia, y termina provocando este espectáculo que tiene mucho de patético. Hay un movimiento ya desfasado en cuanto a sus objetivos, que entonces trata de justificarse, para tener supervivencia y monetizarse, y toma presas fáciles entre los incautos. He comentado alguna vez que pocas lenguas son más inclusivas, pero realmente inclusivas (no esa vanidad), como el español, que es el segundo más hablado del mundo y que une continentes, que permite que una persona viaje desde España y desembarque en Uruguay, y transcurra frontera tras fronteras, país tras país hacia el Norte, y pueda ser entendido hasta llegar casi al otro punto del mapa. Una lengua que, además, fluye y se transforma naturalmente, no por imposiciones intencionadas y basadas en la ignorancia. Esta lengua hermosa no necesita de ninguna deformación interesada para ser realmente inclusiva, y nadie en su sano juicio entiende que se excluye a ningún género o sexo con el uso del masculino no marcado propio del español. La verdad, esto lo entiende el grueso de los hablantes. Sólo las presas fáciles, junto con departamentos universitarios o secretarías estatales que intentan justificar algún presupuesto son los que lo militan.
 
—¿Qué opinión te merecen herramientas como whatsapp, que si bien estimulan a que la gente escriba cotidianamente, también han propiciado el uso del "q" en lugar del "que"" por citar un ejemplo?
—Hay ocasiones en que creo, sinceramente, que en lo esencial no aportan nada más que ruido y confusión. Pero cuando se trata de un código en común, un dialecto acordado para tal lugar o para cierto momento, me parece análogo a la taquigrafía. Es un modo de ahorrar. No lo hago yo, particularmente, ya que en mis mensajes escribo de la manera más correcta que pueda, incluyendo comas, puntos, signos exclamativos e interrogativos de apertura y cierre. Pero también uso emojis y emoticonos, y me divierten mucho las pegatinas de esos mensajes. Mientras haya un bagaje educativo que sotenga la buena escritura, esto no la deforma ni la perjudica. El problema es que muchos piensan también de manera abreviada, reflexionan como un emoticono, deciden como un GIF.
 
—¿Qué influencia inspiracional tiene Erik Satie en tus textos?
—Ha sido un músico cuyas obras, especialmente sus piezas para piano fundamentales, me han acompañado por décadas. Por algunas de esas obras aprendí, torpemente, a tocar cositas en un piano. Y su figura ha inspirado algunos textos narrativos, poemas, y ensayos. Es un invitado habitual y, creo que hoy en día su nombre es un poco más popular de lo que era cuando yo lo conocí, hace casi 30 años.



 
—¿Qué cambios advertís entre el joven que escribió Hotel Alejamiento y el escritor que sos ahora?
—Creo que soy a la vez más crédulo y más escéptico. Más escéptico, porque someto lo que estoy escribiendo a un examen de mayor severidad del que yo tenía cuando a mis 20 años, los años en que empezó a gestarse aquel libro. Y soy más crédulo, en el sentido de que creo que lo nuevo es mejor que lo antiguo. Mantener esa ilusión dialéctica me permite seguir escribiendo. Sepan disculpar.
 
—¿Decididamente no crees en Dios? ¿nunca creíste o es algo que se fue dando con el tiempo?
—Para decirlo rápidamente: soy ateo. Para entrar en detalle: soy ateo esencial total. Para dar un matiz: soy ateo católico. Lo primero, no creo en Dios, algo que sirve para alguna conversación ocasional. Pero a Dios lo tomo con mucha seriedad, es una cuestión de enorme importancia para la historia, para el pensamiento, y la filosofía; es en ese sentido que digo que Dios —el dios de las religiones mayores, pero también el dios de los filósofos— no es cuestión de creencia: no es que no exista, es que no puede existir. Ycon respeto a lo último, al matiz, soy ateo católico porque me he criado en una cultura en la que el catolicismo es fundamental y necesario, nos identifica, nos enfrenta a cosas peores; y porque yo he sido católico "creyente", y digamos que sé lo que niego.
 
—¿Se acabó la época de las grandes críticas periodísticas de espectáculos en Mendoza? (más allá de la resistencia que ofrecen Fausto Alfonso, Patricia Slukich o Silvia Lauriente por citar referentes... (aún conservo un texto tuyo maravilloso titulado "Para qué sirve la crítica")
—Yo siento que se ha acabado el tiempo de la crítica. Desde, al menos, el punto de vista de los grandes medios. Por supuesto que hay algunos medios pequeños y especializados que la mantienen dignamente, pero la crítica es un género periodístico muy exigente desde todo punto de vista. Exige periodistas muy formados, público muy curioso y reflexivo. Exige mucho tiempo para su elaboración, exige espacio (sea en cantidad de palabras escritas o en tiempo de aire). Y no es un género que tenga seguidores numerosos. Con tantas cosas que conspiran contra esa práctica, no es de extrañar que se vea tan poca crítica en los medios de hoy. En los tiempos en que escribí ese texto (también es un ensayo y podría haber sido incluido en este libro) la crítica era lo suficientemente vigorosa como para permitirse reflexionar sobre ella misma, como intenté hacer con ese artículo. Hoy en día creo que a pocos les interesa: ni a los medios, ni a los periodistas, ni a los lectores.
 
—¿Recomendarías alguna otra pluma emergente de nuestra provincia, a la que le veas condiciones de proyección?
—Me cuesta recomendar a un escritor emergente. Sobre todo por lo confuso que puede resultar el adjetivo. Por lo general se esperaría a un escritor joven, poco conocido. Prefiero recomendar a algunos que no son ni una cosa ni la otra, pero que, sin embargo, cuando escriben hoy en día ofrecen novedad, obras valiosas. Tengo a un grupo de favoritos entre los poetas (algunos son mis amigos cercanos): Hernán Schillagi, Rubén Valle, Cecilia Restiffo, Marta Miranda). También hay narradores que ya a esta altura no pueden soslayarse: Fabricio Capelli, Pablo Colombi, Pablo Altare, Fabricio Márquez.
 
—¿Para qué sirve escribir?
—Intentaré responder una pregunta adaptada: "¿Para qué me sirve escribir?". Así, debo volver a la primera frase del preludio en Cruz y ficción: "Trabajo de escribir". Se verá que me sirve para mucho, pero al mismo tiempo la escritura literaria creo que no es "servil". He tenido que decir antes que escribo lo que nadie pide. Escribo porque la paso un poco peor cuando no escribo, nada más.
 
—¿Otros proyectos en el horizonte?
—Sí, claro: escribir mejor. Escribir un poco más, tanto en mi faceta como periodística como literaria. Y terminar el par de cuentos que tengo empezados, así escribo los otros que, espero, se me vayan ocurriendo hasta que aparezca un libro como quien ha levantado un muro.
 
—¿Quisieras decir algo que no te haya preguntado?
—Me gustaría hacer una advertencia, aunque esté en el final: los escritores suelen sonar sentenciosos cuando responden preguntas con cierta pasión. Quisiera que se tomen a mis respuestas como cosas dichas muy seriamente, aunque nadie esté obligado a tomárselas en serio.


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