Viento de toda la vida


por Fernando G. Toledo

ay en la música algo de implosión. Un efecto devastador que usa al tiempo para extenderse sobre él y detenerlo a la vez. Pero no en toda ella, claro. No en cualquier música se consigue ese estallido interior (ubicado en el centro vital de los oyentes). Esto sólo sucede cuando la música es capaz de convertir todo instante en eterno. En una infinita progresión que semeja a un viento que no recordamos cuándo comenzó, pero que sabemos no va a acabar.

La música de Zonda Projeckt (o la música que es Zonda Projeckt) está preñada de ese estallido. Nace de su propia sangre, las venas de oro de su genética progresiva, y extiende la cuerda por los caminos recorridos, altas y blancas cumbres que defienden una corona carmesí capaz de imponer su disciplina con el rigor de la belleza.

Como la música que hace, como la música que es, Zonda Projeckt engarza con una historia elegida pero también la anima, la continúa y la completa. No importa si los elementos que componen a Zonda Projeckt se unen o se disgregan. Son como las tablas de una nave que ya zarpó: como en el navegar está su esencia, aunque cedan a la erosión –y vengan otras, excitadas, a suplirlas– siempre serán esa barca que hinchó sus velas la primera vez. Como si todo el desierto que rodeó su botadura hubiera estado allí nada más que para ella.

Pero es cierto: esta música deja una cicatriz. Quien haya sentido dentro de sí fluir la música de Zonda Projeckt se sentirá partícipe de ese instante suspendido. Y querrá repetirlo o sucederlo de otros instantes que manen de la misma fuente sonora. Que manen como las lágrimas de una luna que llora en secreto. Si esa magia es posible, está en este disco: cuerda tendida entre una obra inolvidable y otra que viene a hacerle honor con melodías recogidas de su propio florecer.

Nadie ceda, pues, a la tentación de decir que hay algo que aquí que se rinde a las malas influencias del pasado o el futuro. Que nadie se pregunte por lo que fue o será: la música que nos deja, que es Zonda Projeckt, se conjuga siempre en tiempo presente. Nunca pasa, siempre corre. Igual a como sopla un viento de toda la vida.


 (*) Texto para el sobre interno del disco Viento de toda la vida, de Zonda Projeckt, editado en octubre de 2015. 

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