Festival de Poesía de Mendoza: la ruta del Oeste
Cierre del festival. Foto: Camila Toledo. |
Texto publicado en la revista PoesíaArgentina.com.
Por Fernando G. Toledo (*)
Parte del asunto. Hace seis
años, durante sucesivas tardes de mate y facturas de la vuelta, con Hernán
Schillagi pergeñamos en una libreta de un bloc A5 el boceto de un Festival de
Poesía de Mendoza. Si un encuentro de este tipo era «necesario», si estábamos
capacitados para hacerlo, si íbamos a saber afrontar el reto o si a alguien más
le rondaba la misma idea en nuestra comarca era algo que poco nos importaba.
Imaginar un encuentro de poetas era una consecuencia de lo que ha sido durante
más de una década nuestra manera de compartir amistad y poesía: pasándonos
libros, asombrándonos ante algún descubrimiento, debatiendo sobre tal o cual
poeta, sopesando el rumbo actual de la lírica más cercana. Consultándonos por
un nuevo poema recién parido o un libro en ciernes.
Lo que para Hernán y para mí es la amistad que nos
une dejó el ámbito de las charlas (digamos, del mate y las facturas de la
vuelta) al poco tiempo en que nos conocimos. Después de varias tardes como esa,
de prestarnos lo último de nuestra biblioteca y mostrarnos una nueva criatura
poética, nos hallamos con sendos libros listos para publicar cuando el año 2002
arrancaba con fuego y abismo en la Argentina. Lejos de pensar en otra cosa,
propusimos poner nuestras modestas experiencias al servicio de esa necesidad:
como ambos habíamos hecho nuestras revistas literarias hacía unos años,
transitando imprentas, fotocopiadoras y difundiendo a mano la poesía propia y
ajena, creímos que podíamos fundar una editorial y armar nuestros libros
también artesanalmente. Lo hicimos: creamos el sello Libros de Piedra Infinita,
publicamos su Mundo ventana y mi Diapasón en 2002 y abrimos el juego para
otros autores: la editorial sigue vigente y estamos llegando a la veintena de
títulos.
Como nos gustó esto de dar a conocer la poesía, nos
metimos en la realización de recitales, en la organización de presentaciones de
libros, asesoramos a algunos en cómo editar y comenzamos a difundir en
internet, también, nuestro trabajo. Allí fue cuando llegó el tiempo de fundar
también «una revista de poesía escrita por poetas« y abrimos el sitio El Desaguadero. Convocamos a poetas amigos de la zona Este de Mendoza (Cecilia
Restiffo, Paula Seufferheld y Sergio Pereyra) y armamos el equipo de redacción
encabezado por Hernán y yo.
Con todos esos proyectos en marcha, ninguno de los
cuales nos da de comer, fue que nos encontramos trazando un imaginario
festival, que iría acompañado de otras acciones, pero que nos iba a permitir
ademar hacer conocer voces poéticas del país y fuera de él, y ponerlas en
contacto con las más que interesantes voces de nuestra provincia, en un
intercambio que nos entusiasmaba como si lo viéramos desde afuera, como si no
tuviéramos que trabajar para que se realizara.
Seis años más tarde. Pasados
nuestros bocetos a un archivo de Word, impreso con prolijidad y encarpetado,
nos encaminamos a proponérselo al primero que nos escuchó y nos dijo
«juntémonos»: Fabricio Centorbi, por entonces flamante director del teatro
Independencia de Mendoza, quien en otros tiempos se había interesado por
nuestro trabajo poético (a tal punto que una vez, por interés propio, organizó
en lo que era el teatro de su familia, el hermoso Ducal, la presentación de mi
primer libro).
A Fabricio le encantó la idea, nos contrapropuso
algunas cuestiones que lo enriquecían y dijo que iba a ver qué podía hacer.
Seis años más tarde, seguíamos con las ganas.
Pero justamente a principios de este 2013 me llegó
la invitación para participar del Festival Internacional de Poesía de Buenos
Aires. Estaba ultimando detalles para la edición de mi último libro, Mortal en la noche, y me dije que lo más
importante no era sólo darlo a conocer allí, sino aprender desde adentro cómo
funciona un festival de este tipo. Las experiencias anteriores se reducían a un
encuentro de poetas en San Luis y al ciclo Pertenencia, en Buenos Aires, en los
que mostramos, junto a un grupo de escritores mendocinos, nuestro trabajo en la
casa de Victoria Ocampo, en el año 2006.
Participar del festival, conocer en persona autores
que admiraba y descubrir a otros de los que no les sabía ni el nombre renovó el
interés en volver a la carga con un festival. Las ganas estaban intactas
también en Hernán, pero él, justo ahora, no podía: debía cumplir con
obligaciones aparecidas este año y, sin embargo, me instaba a que le diera para
adelante solo, que le diera mi perfil, que hiciera lo que habíamos querido
hacer desde hace años.
Así que volví a Centorbi –un particular, sin ayuda
de este tipo, difícilmente lo consiga–, invocando la reunión anterior y la
promesa pendiente: esta vez él ya estaba en un cargo superior (algo así como el
viceministro de Cultura) y dijo que sí. Y no sólo eso, me dio libertad para,
como director del festival, trazar el perfil del festival que yo quisiera y,
eso sí, un límite presupuestario que fui descubriendo con la baja o la suba de
algunos autores propuestos, más que en los detalles numéricos para los que, de
todos modos, no sirvo.
Criterio, criterios. Así
fue que retomé los bocetos que tenían que ver con nombres ansiados para hacer
visitar Mendoza con su poesía, y le di un formato de festival de cuatro días
inserto en la Feria del Libro de la provincia, que el año anterior había
convocado a 200 mil personas. El elenco de nombres fue surgiendo entre los
poetas que hubieran conformado una obra que por distintas razones yo admiraba,
y por otras variables como la representatividad federal, genérica y decenas de
otras razones coyunturales (disponibilidad, exigencias, etc), además de
aprovechar algunos autores que iban a llegar de cualquier modo a la feria para
mostrar sus libros.
Que Hernán estuviera fuera de juego acarreaba muchas
desventajas, pero una ventaja fundamental: podía incluir su poesía entre los
participantes, ya que sin dudas es una de las mejores voces poéticas de nuestra
provincia. Pero como no estaba él, otro poeta se sumó con su ayuda: Carlos
Levy. El veterano poeta mendocino fue crucial para conseguir, por amistad, la
promesa de visita de un autor que veneramos y que, me parecía, merecía un
homenaje en esta primera edición: Jorge Leonidas Escudero. Como mendocinos,
sentimos muy cerca a la poesía de San Juan, y fue enorme nuestra sorpresa al
oír un «sí» de parte del autor de Aún ir
a unir, que con las ñañas propias de sus 93 años iba a tomarse la molestia
de venir para acá.
Para rodearlo bien, entonces, la primera intención
fue darle a la primera jornada del festival una tónica de homenaje a Escudero,
y fue por ello que convocamos a un buen número de poetas sanjuaninos (incluso
más de lo que un muestreo convencional y federalizador sin el homenaje de por
medio podría haber aparecido), que sumaron su participación. A pocos días de
realizarse el festival, Escudero acusó problemas de salud y finalmente no vino,
pero como tenía empeñada la palabra, grabó para este primer encuentro unas
palabras de saludo y leyó un poema especialmente, que fue traído por Ricardo
Luis Trombino hacia nosotros como un verdadero regalo.
En el resto de los poetas convocados, aparecieron
poetas que admiro y a los que conocía por una u otra vía (Claudia Masin, Luis
Benítez, Leandro Calle, entre ellos) y otros que también admiro pero con
quienes no tenía contacto. Quizá porque Mendoza es irresistible, pero
especialmente porque ellos son además de poetas fundamentales, personas
saludablemente osadas, se animaron a tomar en serio la invitación que les llegó
de un entusiasta poeta que quería tenerlos leyendo poemas por estos lares:
Santiago Sylvester y María Negroni, por ejemplo.
Fernando G. Toledo junto a Ernesto Cardenal. Foto: Camila Toledo. |
Pero como algunas propuestas de visitas
internacionales se habían descartado por motivos diversos, Centorbi y el
coordinador de la feria, Leonardo Martí, vieron que el festival, por sus
participantes y la propuesta general (no sólo lecturas de poetas locales y de
allende las fronteras) valían la pena, propusieron un nombre irresistible: el
de Ernesto Cardenal. Y el viejo poeta nicaragüense, que había pasado por
Mendoza en el otoño, también aceptó a venir en la primavera, sobre todo por
tratarse de un festival de poesía, así que le puso convocatoria inesperada a
las lecturas y permitió, con su nombre que atrae a propios y extraños, volcar
un poco de esa convocatoria a otros poetas que muchos habrán conocido gracias a
este encuentro. Un detalle para nada despreciable.
Para seguir escribiendo. Lo que, como director del Festival de Poesía de Mendoza, viví entre
el 26 y el 29 de setiembre de 2013 en el Espacio Cultural Julio Le Parc
comienza (si no lo ha hecho ya) a tener poco interés. Sin embargo, me imagino
en el rol de asistente, de oyente, que fue el que asumí en buena parte de este
encuentro y en la medida que no había nuevos problemas de último momento para resolver.
Y desde ese punto de vista (el de un amante de la poesía que ve desfilar, a la
vuelta de casa, a algunos de los grandes nombres de la poesía de hoy) tuve una
sensación particular: la de redescubrir poemas que conocía al oírlos en la boca
de poetas admirados que me los dijeron casi al oído, mientras respiraban el
mismo aire que yo. Me permitió ver también que la poesía, aun como género, si
se quiere, marginal y por lo general ajeno a las comparsas que otros géneros
admiten (en la misma feria, quienes más convocatoria sumaron fueron las
estrellas televisivas, los autores de libros de autoayuda y, a lo sumo, los
novelistas), decía: que la poesía es un género perfecto para un festival. El
hecho de que nos encontremos, por
ejemplo, con un poeta del que nada sabemos y de pronto nos sintamos
atrapados por lo que nos está leyendo; que luego, nos acerquemos a él y le
preguntemos dos o tres cosas de esas que nos conmovieron para terminar de
entrar en ellas y que, al final, salgamos de la sala y nos topemos con un stand
de poesía que nos ofrece un libro de ese mismo tipo, me parece que trae al
ámbito de lo visible y lo posible lo que no sabemos cómo pasa –si sucede–
cuando escribimos un poema, editamos un libro y lo lanzamos como una botella al
mar.
En esos cuatro días sé que también hubo personas que
vieron que no sólo la mayoría de los poetas mendocinos que participaron no sólo
están a la altura de muchos de los otros participantes (cualquiera de ellos),
sino que hay muchos otros poetas que bien vale la pena poner a la par para que
se conozca lo que escriben.
Pienso también que un festival así no ofrece, o no a
mí, una materia para filosofar en profundidad sobre el hecho en sí. Hay otros
festivales en el país y seguramente no son sólo celebrados sino también denostados:
todos tienen un carácter polémico porque siempre se excluye más de lo que se
incluye, porque hay poetas cuya obra gusta más o menos o porque el panorama que
se forma con cada edición tiene más caballeros que damas o viceversa. Para
Mendoza, estimo, sin embargo, que se haya celebrado el Primer Festival con una
veintena de tan importantes nombres presentes y tan buena concurrencia, con el
rescate de obras de autores a los que los rondan los buitres del olvido y con
la ausencia de encuentros de este tipo que ha habido hasta ahora, me parece el
saldo es bueno. Ha habido buenos poetas y buena poesía en Mendoza sin
festivales de por medio. Pero me parece que los buenos poetas se forjan
justamente gracias a las lecturas, a las sorpresas, al acceso a otras obras
además de la del microclima que nos rodea. Veo el festival ya celebrado y me
convenzo de que para eso sí ha servido. Y me dan ganas de ir a tomar mate otra
vez con Hernán, intercambiar los libros y hablar de otro festival: el que sigue
al que por fin llegó. El que se hará el año que viene.
(*) Poeta, periodista y editor mendocino. Creador y director del
Festival de Poesía de Mendoza.
***
Primer Festival de Poesía de Mendoza Del 26 al 29 de setiembre de 2013 – En el Marco de la Feria del Libro. Participantes: Alfia Arredondo (San Juan), Arturo Volantines (Chile), Bettina Ballarini (Mendoza), Claudia Masin (Chaco), Dionisio Salas Astorga (Chile, Mendoza), Ernesto Cardenal (Nicaragua), Gabriel Cortiñas (Buenos Aires), Graciela Aráoz (San Luis), Gustavo Romero Borri (San Luis), Hernán Schillagi (Mendoza), Jorge Leonidas Escudero (San Juan, de manera virtual), José Casas (San Juan), José Luis Menéndez (Mendoza), Leandro Calle (Buenos Aires, Córdoba), Luis Benítez (Buenos Aires), María Negroni (Santa Fe), Mercedes Araujo (Mendoza), Omar Ochi (Mendoza), Patricia Rodón (Mendoza), Reyna Domínguez (San Juan), Ricardo Luis Trombino (San Juan), Rubén Valle (Mendoza), Santiago Sylvester (Chaco), William Agudelo Mejía (Colombia, Nicaragua).
Dirección: Fernando G. Toledo. Más información: http://festivaldepoesiademendoza-ed.blogspot.com.ar/
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