El admirar también es un arte

Foto: Camila Toledo.


Por Rafael Felipe Oteriño

Querido Fernando: ya de regreso en Mar del Plata y con el buen recuerdo de los días pasados en Mendoza, ayer me puse a leer tu libro (La ilusión de un gran final), creyendo que me llevaría más de una jornada. Pero no, lo leí de un tirón. Es rico, variado, y hace pie en ese venero que nos une: la literatura, la música. Producto de la admiración y del ansia de conocer, que son a todas luces tus virtudes, se lee con el goce de lo que está bien escrito. 

El articulismo es otra de las fuentes que enriquecen la obra de los escritores más pródigos. Pienso en el recién fallecido Javier Marías, en Vila Matas, en Rosa Montero, y allí te encuentro, desde esta otra veta tuya que ahora descubro. Lo que no se puede decir en verso, se dice bien con la gramática descriptiva del ensayo. El admirar también es un arte. 

Me descubriste figuras ignoradas, me convocaste a poetas admirados por lo inextricable, me abriste la puerta de intérpretes melódicos (alguno de ellos «escribiendo la música del futuro», como bien decís), me introdujiste en el secreto de esa «flor única, hermosa y delicada»... Ay, podría seguir, pieza por pieza, pero algo me conduce a la página ejemplar sobre Liliana Bodoc, a quien no conocí personalmente, pero que ahora, gracias a tu labor, reconstruyo en su creatividad. 

Muy bueno el título, muy buena la edición. Solo me nace felicitarte y hacerte llegar un fuerte y agradecido abrazo (...). 

(Carta personal al autor)

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